¿Más ciudadanía municipal?
¡Gestión idónea sin corporativismos!
La naturaleza social y democrática del Estado municipal debe considerar a cada ciudadano como un fin en si mismo, en razón de su dignidad humana y de su derecho a la realización en el marco de un proyecto personal y comunitario que propugne la igualdad de todos los miembros de la sociedad local.
Un Estado social y democrático de derecho local se visibiliza más en la concreción de la noción: `servicio público´ cuando garantiza o no, las condiciones materiales e institucionales para el libre y pleno desarrollo de la personalidad tanto como la consecución y disfrute de una igualdad efectiva para la satisfacción de toda la ciudadanía local.
El constituyente local al acoger esta forma de organización socio-política elevó a deber estatal municipal, respecto de sus vecinos-usuarios-contribuyentes, el de asegurar su acceso equitativo a los servicios públicos consignando en primer termino –entre otros- a la educación, la cultura, la salud, la promoción social, un ambiente sano y la recreación.
Consecuentemente, la administración municipal está sujeta a un concepto evolutivo de mayores prestaciones y mejores servicios a sus vecinos, según las cambiantes necesidades y las complejidades posmodernas.
La idea de servicio público resulta entonces un instrumento valioso para lograr el Estado social y democrático de derecho, en forma pacífica, sin privilegios ni provocaciones de los grupos de interés corporativo que hoy ostentan posiciones con ventajas inaceptables e inequitativas respecto de los sectores mayoritarios de una ciudad expuestos irresponsable e injustamente a enormes necesidades físicas insatisfechas en materia de bienes y servicios primarios.
Por lo tanto, la legitimidad del Estado municipal dependerá del cumplimiento de sus deberes sociales y de la eficacia de su gestión pública dado que los cordobeses ya están hipersensibles respecto de la efectiva realización de los fines esenciales del mismo, en particular porque sobre ellos pesa toda la carga de un régimen tributario y tarifario que no para de incrementarse, incausadamente.
La desidia e ineficiencia generalizadas entre nosotros hicieron que cada cordobés citadino perciba al Municipio como una carga insoportable, desidia e ineficiencias que lograron finalmente la quiebra y devastación del mismo, reduciéndolo a “tierra arrasada” truncando así e irresponsablemente el propio, inherente e intransferible rol del estado municipal al verificarse y padecer el desmantelamiento de las prestaciones básicas a su cargo.
Baste con señalar las averías e irregularidades estructurales que hoy exhiben servicios públicos municipales esenciales las que nada tienen que ver con la promoción humana y una mejor calidad de vida de los cordobeses sino, todo lo contrario Vg.: tratamiento de líquidos cloacales, recolección de basura, urgencias médicas, transporte, semaforización, alumbrado y hasta la mismísima y paradójica emergencia de la junta de emergencia municipal, etcéteras.
¿Cómo se corresponden entonces garantías superiores de obtener prestaciones de calidad y efectivas para satisfacer necesidades humanas vitales frente a tanta anarquía municipal que tiene atrapados a los usuarios cordobeses de servicios públicos semejantes?
En los últimos años, los desencuentros en la relación municipio- sindicato, produjeron verdaderos bochornos y estragos en todo aquello propio e inherente a la misma, bochornos y estragos traducidos, verificados y padecidos en toda clases de maltrato e indefensión respecto de los servicios públicos relacionados lo que, de por si, supone una deuda social enorme de los actores institucionales y corporativos protagonistas de estos antagonismos con mezquindades semejantes, deuda efectivamente originada en carísimas desidias, ineficiencias e irresponsabilidades administrativas y/o sindicales recientes.
Finalmente entonces y si de sincerar todo se trata, para más ciudadanía municipal urge una gestión idónea sin corporativismos que esta vez no ignore ni desdeñe nada de aquel apotegma de Jauretche cuando ahora mismo late y rige como nunca: “sin igualdad de trato y de oportunidades, no se exija ni se espere ecuanimidad ciudadana”.
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