Conforme el último informe del Barómetro de la Deuda Social Argentina, alrededor de 560.000 argentinos sufrieron hambre o no tuvieron qué comer en el último trimestre de 2011 en tanto, 1.300.000 compatriotas experimentaron alguna forma de inseguridad alimentaria en el mismo periodo. Según dicho documento indubitado, 8.700.000 personas son pobres en el país y 1.800.000 hogares sufren pobreza estructural, esto es, que padecen sus necesidades básicas insatisfechas y no pudieron mejorar su situación entre los años 2007 y 2011.
Ante semejantes guarismos, ¿acaso alguna cosmogonía explica y justifica cómo, con el universo, fue institucionalizada y expandida una inhumana inequidad distributiva?
¿No fue mejor una destinación universal de los bienes sin afiliaciones ni acepción de personas?
Nuestra realidad nos propone repensar las causas últimas de la humanidad para no quedarnos en la periferia de alivios o placebos para sus efectos.
La recesión económica actual, la inflación, la corrupción, la ineficiencia, el autoritarismo y la impunidad, agudizan la crisis del desarrollo humano.
Los ajustes para reactivar crecimiento, abastecimiento y satisfacción a lo largo y a lo ancho de la historia económica, no se ocupan del mejoramiento del nivel de vida de las personas. Todo lo contrario. “¡Se salvan bancos antes que personas!”
Son propias de toda barbarie las consecuencias inhumanas que se imponen a los pueblos de las naciones, provincias, comunas y municipios.
Un absurdo, inequitativo, persistente e injusto empobrecimiento de los pueblos explicado por el obsceno enriquecimiento e ineficiencia de la clase política dirigente intergeneracional, ya alcanza categoría de escándalo.
Es inaceptable tanto cinismo intelectual en el ámbito de los poderes republicanos como tanto federalismo clausurado ante demasiada justicia impotente.
Si entre nosotros sólo consideráramos la grave situación (¿de júbilo?) de nuestros ancianos jubilados que a su tiempo trabajaron y aportaron en serio, prestaríamos mayor atención y máxima ejecutoriedad a la alcurnia del dispositivo constitucional: “ … atentará asimismo contra el sistema democrático, quien incurriere en grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento, quedando inhabilitado por el tiempo que las leyes determinen para ocupar cargos o empleos públicos …” (Artículo 36 de nuestra Constitución Nacional).
“Quienes se quedan con los sueldos de los maestros, quienes roban a las mutuales o se ponen en el bolsillo el dinero de las licitaciones no pueden ser saludados. No debemos ser asesores de la corrupción. No se puede llevar a la televisión a sujetos que han contribuido a la miseria de sus semejantes y tratarlos como señores delante de los niños. ¡Esta es la gran obscenidad! ¿Cómo vamos a poder educar si en esta confusión ya no se sabe si la gente en conocida por héroe o por criminal?” (Sábato)
Mas allá de acendrados individualismos e insolidaridad social, la corporación política vernácula –sin inhabilitados- no ha escatimado nepotismos, enroques, desencuentros, mezquindades, corrupción e ineficiencia, ¡faltaba más!
Consecuentemente desde esta perspectiva con sus sobradas razones, apropiadamente, ya no deberíamos hablar de pobres sino, de empobrecidos.
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Roberto Fermín Bertossi
Docente e Investigador Universitario
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