En vísperas de sucesivas contiendas electorales -municipales, provinciales y nacionales-, resultará prudente ejercer una memoria ecuánime al menos, de los últimos cinco a diez años para observar y releer los actos y hechos políticos gubernamentales que tuvieron lugar durante ese tiempo tanto como su correspondencia o no con la constitución y la ley, con las promesas y programas respectivos; en suma y resumen, toda una actitud responsable y útil para no repetir los mismos errores, vicios, ilusiones y “novedades” pretéritas singularmente en escenarios vernáculos propios “the new Truman Show” donde se hace parecer que el que pierde, ganó; que el corrupto `progresó´ e incluso hasta donde aún dando asco, pagamos para que nos insulten pública y sonoramente por radio y TV `a todos´; así cuantimás, legitimadamente claro.
Con nuestra política, los ciudadanos evolucionaron poco, casi nada. La Institucionalidad de los partidos políticos es letra muerta en tanto `rugen´ toda clase de personalismos mediante `apostatas partidarios´, apellidos viejos y nuevos que han mimetizado con cada expresión cívico-partidaria, con cada territorio; usando y abusando de política y democracia con toda clase, gama y porte de `excusas´ neodemocráticas.
Esta democracia formal que fue recuperada con duras penas no refleja ni acredita verdaderamente que, por eso, nuestra sociedad local, provincial y/o nacional consiguió controlar institucionalmente al titular efectivo del poder. Por el contrario, es duro admitir verdaderas autocracias comandadas por conciudadanos que heredaron y asumieron el poder no como servicio sino por el mismo poder.
Prueba de ello es esta y aquella corrupción endémica, sofisticada e insaciable en las reparticiones estatales; la promoción, difusión, escenificación y expansión de viejos y nuevos escándalos en el reino del instinto y `el cielo del candongueo´, propuestas como modelo de la hipermodernidad pero encarnando como nunca la eternidad del instante y el instante mismo de la descomposición y decadencia axiológica tradicional cultural nacional.
Preconclusivamente, política, democracia, costumbres y valores merecen siempre una actitud republicana personal correcta, reflexiva, crítica e histórica, poco común ni habitual pero recomendable y mecesaria para no repetir lo peor de nuestro pasado inmediato ni mediato.
Finalmente abogamos por una óptima sincronización de todas las convocatorias electorales dado que eso implicará disuadir mezquinas especulaciones personales, ahorrar enormes sumas de dinero que cada una de estas “pugnas políticas” implican pero, fundamental y concomitantemente, descomprimir un creciente y razonable fastidio preñado de malhumor social por la múltiple y diversa superposición innecesaria de “elecciones” que nos compelen a participar `obligatoriamente´ en una irracionalidad política antidemocrática de “campaña permanente”, testeada cada dos años (y menos también); tantas veces para convalidar por anticipado gestiones reprochablemente inaceptables y con candidatos `en funciones permanentes´, reciclados y/o enrocados, siempre expectantes a cargos superiores, jamás de licencia ni renunciando a sus haberes “por no trabajar”, olvidando luego esto mismo, hipócritamente, en cuantos `casos atrevidos´ para intimar contumazmente y sin rubor, por caso, a un simple empleado público regular con ese apotegma de “día no trabajado, día no cobrado”, ¡faltaba más!
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